Hoy quería haber comentado la enorme satisfacción que nos dieron esos once héroes que ganaron el Mundial de Fútbol. Pero no puedo hacerlo. No puedo hacerlo porque el domingo, mientras todos estábamos viendo el partido, con nuestra familia, con nuestros amigos, murieron en Uganda 74 personas que estaban haciendo exactamente lo mismo que nosotros.
Poco habremos oído hablar antes de una ciudad llamada Kampala, y creo que en Kampala poco se hablará de Vitoria-Gasteiz, Donostia o Bilbao. Pero, hoy, nos debería unir toda la solidaridad de la que somos capaces. A los vascos no nos puede sonar lejano ese drama que cientos de ugandeses están viviendo en estos momentos, mientras se enteran de que uno de los suyos ha sido asesinado por la mera incomprensión, por el maldito odio disfrazado de ideología. Nosotros, en esta tierra nuestra, sabemos lo que se siente, lo sabemos muy bien, porque penosamente también tenemos otra versión de esos mismos tartufos que toman el nombre de su patria, ideología o religión para desahogar su inseguridad, su cobardía.
Hoy, todos los vascos, todos, deberíamos tener nuestro corazón puesto en Uganda, con las familias de esas de 74 personas, con esas víctimas del absurdo, porque lo hemos vivido en carne propia, porque no importa dónde, ni cómo, ni porqué, en momentos como éste aquellos que defendemos la vida como valor supremo debemos estar unidos.
Arantza Quiroga 